Reseña de ‘The worst around’ en El Tubo (enero 1991)

Jakue firmaba esta extensa reseña de The worst around en El Tubo, publicada en el número de enero de 1991. Gracias a Andrés Bolan por las correcciones.

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THE WORST AROUND
LA PROYECCIÓN DEL INNOMBRABLE

Hay una gran parte de la música de los noventa que no bebe de fuentes homogéneas delimitables a una sola corriente. Este es el caso de las composiciones efectuadas por los grupos que se dan cita en el recopilatorio que ha lanzado al mercado Romilar-D, titulado «The Worst Around». Parece ser, a juicio de la variedad expresiva que se nos presenta, que la definición monotematica ha sido destruida por el diablo psicodélico de la portada, a la vez que éste penetra en el inconsciente con su punzón aerográfico de cabeza explosiva, fulminante de cerebros, mediante una sucesión de detonaciones sónicas sin precedentes por estos lares, susceptibles de generar múltiples neodimensiones desconocidas hasta el momento en la música de Euskal Herria, más preocupada hasta ahora por formas directas de rendir culto a la cotidianeidad.

Es época de crear nuevas formas, o mejor dicho de recombinarlas, recoger las herencias cosechadas por los ancestros del pop-rock y anticipar futuros. La postmodernidad musical se funda basicamente en el mixage de lo mejor del legado del pasado con el original presente antecesor de devenires. Lucifer, Luzbel, Ezquiel, Azzael, Belcebú. Satán de colores intensos que posa su dardomirada en la dulce y moribunda doncella de los tiempos pretéritos. Demoniana figura surgida del apocalipsis y el caos. Miscelánea que conjura estilos difuntos, cadáveres redivivos en su fantasmagoria, colisión perpetua con la actualidad errante carente de unidimensional sentido, puzzle desestructurante que marca una nueva denominación por sus orígenes varios y futuros inciertos.

Es imposible dar un nombre a esta nueva época sonora, no existe un solo concepto musical, ni tan siquiera valen ya la serie de estilos definitorios de la década pasada. Babel de lenguajes y sonidos, tribales o individualizantes. Todo vale si se consigue mezclar bien. Los Bichos, La Secta, Cancer Moon y La Perrera son cuatro ejemplos de definición única por los elementos que los constituyen y que barajan en cada momento. En cada construcción que efectúan denotan una identificación conjuntiva concreta que implica la delimitación del pulso con el que vibra el deseo de la creación inmediata. Un rasgo común a todos ellos: la fe anglosajona. Un origen temporal: finales de los 80, anticipadores de los 90. Las letras les dan lo mismo, por eso cantan en inglés salvo raras excepciones, ya que la expresividad brota de la destreza energética que emana de sus instrumentos. Veinte años de música constituyen el maná del que surge su vitalidad, creadora de un aura que los protegerá, como una fuerza sinérgica en el duro y largo camino hacia el Paraíso de los focos y los escenarios.

La Perrera es un grupo donostiarra que no representa en nada al estereotipo de ñoñería potenciado desde las instancias del poder ciudadano. Su potencia roza la visceralidad rítmica en ruptura con sus delirantes guitarreos que marcan las pautas cambiantes en tonalidades metalizantes de avanzadilla. Fieles seguidores del Raw Power, hacen un prepunk de heterodoxia ramoniana que deja lugar a un carácter propio tremendamente enérgico. Duros y ególatras, generan un desmadre desgarzador en línea de continuidad inspirada en bandas como los MC5, Stooges, The Lords of The New Church o Motorhead. El derroche de vitalidad se derrama por las cuerdas de sus guitarreos condensados en una base machacona y fugaz. La aceleración de los viejos tiempos, en los que parecía que el hoy era el final, vuelve a la carga como expresión de un inmediatismo táctil que sucede como un torrente tempestuoso a la calma. La velocidad que derrochan nos sumerge en el quedarnos siempre con ganas de seguir escuchándolos, sobre todo en directo, en una noche de dinamita que sabotea las luces de la ciudad escaparate. La Perrera es un grupo muy joven que cuenta con ideas suficientes para poder seguir trabajando sobre ellas, como lo demuestran en los dos temas que nos presentan en este recopilatorio y que son «Kick out the jam» [sic] y «No me importa». Discípulos de los Ramones no se circunscriben a ser un plagio de éstos, lo cual es un punto importante que les permite tanto profundizar en las propias ideas como en otras corrientes que vagan por la tendencia dura del universo musical. Es una pena que no den más importancia a las letras pero… ¿quién se atreve a decir que la expresión es solamente hablada? Recordemos que últimamente la Perrera ha editado con el sello Basati un single con tres temas.

Encasillar lo indefinible es una gran estupidez. Delimitar en un compartimento estanco a La Secta es restringir tanto sus numerosas influencias como sus posibilidades a una mera anécdota. Esta banda bilbaína cuenta cada vez con más adeptos, muy propio para una secta, que han podido comprobar su calidad no circunscrita a ningún estilo y que no por ello deja de sonar con autenticidad. Su aval discográfico es relativamente denso para un conjunto nacido por estas tierras y que intenta denodadamente trascender las fronteras del Adour y del Ebro como lo atestiguan sus producciones editadas tanto en U.K., Francia o Alemania. En este recopilatorio La Secta arremete con dos temas que son «Life Pain» y «Sick». El primero de ellos retoma los ruidos del punk-rock en linea directa con grupos surgidos a finales de los setenta como los Buzzcocks, 999 o los Stiff. El tema, sencillo en su composición, se nos presenta mediante una grabación de claridad meridiana en una rítmica saltarina por la que sobresalen decorativos dibujos guitarreros que ofrecen un aire desenfadado e irónico a una vida llena de dolor. En contraposición al anterior, «Sick» vaga por raíces más afines a una memoria en sintonía con las melodías Detroit de principios de los setenta en concilio con la música australiana. Dicen que en la variedad está el gusto y si nos equivocamos siempre podemos alegar que es un buen recurso para la huída de la monotonía absurda. La Secta es el grupo postmoderno por excelencia ya que en su combinatoria tiene cabida casi todo y no creamos que es sencillo poder mantener una identidad cuando se juega con una amalgama semejante de influencias: por el momento parece que esta banda lo ha conseguido. Sólo tienen un problema y es que su ambición desenfrenada, en el buen sentido del término, por traspasar los límites que impone la inexistencia de oportunidades en el panorama del localismo musical, hacen del colonialismo idiomático y melodioso anglosaxon una bandera que ondea permanentemente.

Se ha dicho que Cancer Moon es una especie de Velvet Underground de por aquí. Lo cierto es que sus influencias van mucho más lejos y constituyen un compendio de relaciones estructurales entre muchos estilos diversos, como lo demuestran tanto en el Rock ‘n’ roll, «Cruella Devil» —personaje femenino mítico del cómic—, como en el siniestrismo con raíces morrisonianas de «Fame of Glory». El calificar a un grupo por dos temas tan dispares es una tontería supina ya que en todas sus composiciones se introducen elementos tan variados que no ofrecen concesión alguna a la delimitación. El gusto por la distorsión machacona en ruptura con una voz pop que nos presenta «Fame of Glory», contrasta con la estructura clásica del rock’n’roll de «Cruella Devil», tema con el que no parecen estar del todo satisfechos. Cancer Moon es otra de esas promesas musicales que tienen ya un elepé editado, así como dos temas en varios recopilatorios como el que te presentamos o el que hace poco nos ofrecían en el fanzine Mamorro (Cancer Moon presentaba «Morisco»). Lo dicho sobre las letras en la explicación que dábamos de La Secta vale también para este grupo. El gusto por la música de hace veinte años, las influencias de Hendrix, los toques vocales a lo Fall, el siniestrismo de la década pasada y el rock’n’roll, son algunos de los perfiles sobre los que se conjugan los variados sones de esta banda.

Para terminar con la exposición de los temas que nos ofrece «The Worst Around» debemos hacer mención a Los Bichos, conjunto de creadores que conjugan diversas artes como es el caso de Josetxo, el dibujante de la carpeta que enfunda este elepé. Las canciones que nos ofrecen son: «Backward kisses» de un profundo oscurantismo a lo Nick Cave y «Pussy Fighter» en composición pastiche donde desgarradoras guitarras distorsionantes se pierden por una atmósfera de contrastes varios. Los navarros enlazan con la tradición más reciente del after-siniestrismo europeo, no muy utilizado por la zona en la que surgen sus inquietudes. Sus canciones son sencillas y melodiosas con un algo de personalidad particularista que los ubica en los márgenes de un incipiente delirio lunático impregnado de armonía metódica.

El recopilatorio de Romilar-D entronca con la música más en voga [sic] del panorama musical internacional, con la salvedad de que está fabricada por gente de aquí. Es de agradecer la calidad de un producto que, con sus más y sus menos, aporta una grabación con los mínimos exigibles de dignidad. Estas bandas demuestran un gran nivel, mantienen sus especificidades, prometen una futura extensión a circuitos más amplios. Es de destacar que un sello se ocupe de fomentar este tipo de creaciones, aunque es de entender que si lo hace por algo será, a lo que demandamos más iniciativas en este sentido. Cuatro patas de distintas longitudes y características para un mismo banco. Músicas postmodernas de influencias variadas y con personalidad suficiente como para ser tenidas en mente.

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