Pocas semanas después de la publicación de Moor rooM en Radiation Records, Jesús Llorente le dedicaba esta extensa reseña en Rockdelux, haciendo alusión al paradójico momento de la banda, ya con tres reputados álbumes en la calle pero con dificultades para atraer público a algunos de sus conciertos, incluyendo asimismo una acertada definición del concepto de banda al final del texto.
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Según cuentan mis enviados especiales, en los conciertos de presentación del reciente tercer álbum de Cancer Moon en Madrid y Barcelona, el público congregado ―sumando ambos bolos― no superó la paupérrima cifra de cincuenta personas, entre las cuales, me dicen, abundaban miembros de otros grupos, periodistas y algún que otro despistado que llegó a pagar su entrada. Es vergonzoso que esto le suceda a uno de los grupos más oscuros, crípticos e inteligentes de este país. Mientras nos vanagloriamos del renacer de los sonidos independientes, y de esta revolución llamada «nuevo pop español», parece que muchos se olvidan de que justo en los orígenes de esta edad de oro, y junto a los primeros LPs de Los Bichos, los Surfin’ Bichos y Aventuras de Kirlian y a los primeros singles de Usura, Penelope Trip y Patrullero Mancuso, despuntó un grupo llamado Cancer Moon con un álbum de debut hipnótico, ruidoso y esquizofrénico, un disco como pocos se habían facturado por estos lares.
Pues bien, Cancer Moon siguen vivos y, a juzgar por Moor Room, con un montón de buenas ideas. Siempre me ha parecido que atesoraban un gran talento en lo que se refiere a posibilidades de experimentación, y aquí lo explotan en canciones como «Risin» o «Blue Sky» (por cierto, muy Spacemen 3), aunque en el álbum reinen estructuras mucho más clásicas, como en la dramática «I’m Head Down» o en piezas como «Girls Hangin’ Round» o «Sweet, Sweet Cake», esta última con un estribillo cercano a Sonic Youth. Y si a esto le añadimos el lirismo de «Stone of Head», la contundencia de «Stupid Pumpgirl» y esas guitarras a lo Television en «Daniel Boone», no queda más que aplaudir el sano equilibrio, la solidez compositiva de este grupo siempre empeñado en desconcertar de las formas más inesperadas.
Cancer Moon no son el futuro del rock estatal, pero tampoco el presente o el pasado, sino una inquietante anomalía, resplandeciente, oportuna y muy necesaria, en constante ebullición, siempre fascinante, siempre única, siempre combinando calidad y densidad. La luna cáncer vuelve a brillar.