Take it easy

Allá por otoño de 1995, el sello valenciano Hall Of Fame publicaba Change: Little Fish is 4, primer álbum de Little Fish, alias de Igor Fraga Angoitia (Bilbao, 1972), carismático artista ―a la sazón ganador del Villa de Bilbao― y factótum clave del underground local, especialmente en esa retícula de la industria cultural auxiliar que conforman los estudios de grabación, operando el suyo propio, Maesmaje, durante la segunda mitad de los 90.

De especial interés para los adeptos de Cancer Moon es el séptimo corte de dicho LP, «Take it easy», para el que Josetxo Anitua registró una de sus dos únicas colaboraciones estando Cancer Moon en activo (la otra, cuatro años antes, en el In bitter pink de Los Bichos). En él podemos escuchar al Josetxo más sosegado, acariciando las estrofas a modo de crooner cohibido, aislado en el canal opuesto de su interlocutor simultáneo ―Malcolm Scarpa―, como dos esfinges recitando a través de un espejo.

Para contar la historia de esta peculiar canción hemos contactado con el propio Little Fish, a quien debemos agradecer de corazón su excepcional generosidad y su esfuerzo a la hora de exprimir estos recuerdos…

Moonage Tubercle: ¿Cúales son los orígenes de este tema? Imagino que están ligados a los de tu primer disco…

Little Fish: Grabé «Take it easy» en una maqueta, I’m a man en el 94. De los sellos a los que envié la maqueta, ninguno contestó. Llamé a los típicos, Munster, Subterfuge, etc., y dijeron que no les encajaba, que tenían mucho catálogo ya… Pero en Triquinoise estaba Luis González, que me dijo que le había encantado, y que iba a montar su propio sello con Malcolm Scarpa como primer artista, y que cuando lo montara contaba conmigo. Al cabo de unos meses me llamó para decirme que ya estaba en marcha, y que quería publicar las canciones tal cual, que estaban grabadas con el 4 pistas de cassette. Le dije que no, que quería grabarlas de nuevo en estudio y me envió un 12 pistas de cinta de vídeo y algún micro para que lo grabara yo en mi «estudio». Entonces me puse a regrabar las canciones, y alguna nueva que había compuesto.

M. T.: ¿Te gustaba Cancer Moon en aquella época? ¿Qué relación tenías con ellos?

L. F.: En ese tiempo iba a conciertos por Bilbao o Getxo, y uno de los que más me impactó fue uno de Cancer Moon en el Gaueko WC1. Flipé con Arturo García a la batería. Me voló la cabeza. Era como un tren. Y lo de Josetxo fue algo que se me quedó grabado para siempre. Qué manera de meterse en las canciones. Se iba a otro mundo cuando cantaba. Daba hasta miedo a veces. Cogido al micro con las dos manos, los ojos en blanco, y la voz, que no sabías de dónde la sacaba. No había nadie en Bilbao ni en Getxo que hiciera una actuación así, a todos los niveles. Zamarripa me parecía demasiado ruidoso, pero me daba igual. Entre Arturo y Josetxo se bastaban. No recuerdo ninguna canción en especial, pero sí la actuación. A partir de ese concierto seguí más o menos su trayectoria, y volví a verlos en alguna otra ocasión, aunque no me pareció tan impactante. Creo que Arturo ya no estaba con ellos, pero Josetxo sí que seguía igual. Grupazo que no se valoró suficientemente.

M. T.: Y a raíz de esa experiencia en Gaueko decidiste que querías que grabaran contigo…

L. F.: Claro, yo entonces me creía que podía hacer lo que me diera la gana, y al poco tiempo hablé con Arturo. Le dije que quería que grabara una de mis canciones. Supongo que pensaría «A ver quién coño es este», pero grabó «A ride with the lady in black» y quedó muy bien. Javi, el batería que tocaba conmigo entonces, no era tan locomotora como Arturo, y esa canción necesitaba una locomotora, porque era un riff machacón y necesitaba una base contundente.

M. T.: ¿Y por qué pensaste en Josetxo para «Take it easy»?

L. F.: Yo quería que «Take it easy» la cantara alguien con voz grave, en plan narrador de película. Malcolm Scarpa tiene una voz increíble para los registros graves, con mucha textura, y Josetxo también. Entonces pensé que podía ser la bomba juntarlos en una canción, aunque no se llegaran a ver en el estudio. Eran dos personas totalmente fuera del mundo del indie, o del rock, o de la vida en general, no las veías por ahí en conciertos o en los círculos de los grupos, y me resultaban superenigmáticos. Recuerdo a Josetxo como alguien muy tímido. Fuera del escenario, en un entorno en el que no estuviera con conocidos, se quedaba callado mirando al suelo o similar. Vivía en la calle Arbolantxa, en una comunidad de vecinos entre los que había algún conocido mío. No recuerdo si me dieron su teléfono o si me dijeron dónde vivía y fui a buscarlo, pero el caso es que me dijo que le parecía bien la idea. Fue muy dulce y educado, y hasta me dejó hacerle unas fotos, para después elegir una para el libreto del disco. Sale en la escalera de su portal en Arbolantxa.

Josetxo Anitua de pie con los brazos cruzados en la escalera de su portal.
© Igor Fraga

M. T.: No debió de ser una sesión sencilla, sobre todo a la hora de cuadrar las voces…

L. F.: La sesión de grabación fue muy bien. Le costó un poco cantar en ese tono tan grave en el que yo había grabado las guitarras, pero se adaptó muy bien y yo quedé muy contento. Después me costó un poco encajar a Malcolm con su voz, o sea, las sílabas, pero los dos tenían tablas grabando y lo hicieron todo fácil. Lo grabé con un Shure SM58 directo a la grabadora AKAI. No había más. Después rematé el disco en Valencia, en casa de Luis González. Le envié la grabadora, me fui en autobús, y terminé algún bajo, algún coro y alguna guitarra. Después mezcló el disco ―conmigo en la chepa― José Luis Shipley, bajista de Luis González, que trabajaba en un estudio de Valencia. Allí lo masterizamos.

M. T.: ¿Qué otros recuerdos tienes de Cancer Moon? ¿Volviste a colaborar con ellos?

L. F.: La vida nos llevó a encontrarnos después, ya que Cancer Moon empezaron a ensayar con Javi Letamendia en el local de El Inquilino Comunista, que estaba enfrente del mío, y coincidí con ellos alguna vez mientras esperaban a Javi. Además, Zamarripa fue novio de una chica con la que compartí piso en Munguía, así que de vez en cuando aparecía por casa. Después Josetxo volvió a mi estudio a grabar con Atom Rhumba una canción de su primer disco: «Con Tura Satana y Damo Suzuki». Esa grabación me transportó al Josetxo del Gaueko: totalmente fuera de sí, cantando como si estuviera poseído. Increíble. Fue un lujo grabar a alguien así. Una pena que su estilo no calara, y que en lugar de eso se tendiera a imitar el de cantantes más pasivos delante del micro, porque para mí Josetxo era un fuera de serie en el escenario.

Con Arturo coincidí muchas más veces, ya que grabé discos o maquetas en los que él era el batería y llegué a ensayar incluso mis canciones con él y con Txarlie Solano justo antes de que ellos se fueran a Madrid y yo a Alicante.

Nunca entendí porqué Josetxo decidió marcharse, me daba la impresión de que le iba muy bien con Loreak Mendian. De hecho lo visitaba alguna vez en la tienda y estaba siempre con una sonrisa… Supongo que la depresión, o lo que tuviera, fue más fuerte. Qué pena.

Notas:

1 Probablemente el del 23 de mayo de 1993. NA.

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